La madera y el plástico aíslan el calor y el utensilio puede ser manipulado de forma más cómoda. El ser humano, tiene una temperatura de 36 grados y empieza a sentir el dolor a los 70 grados.
La comida, que está muy caliente, cede energía calorífica al metal por lo que la comida se enfría y hace que no nos quememos.
De otra parte el metal favorece que los sabores se puedan percibir mejor y es más higiénico y fácil de limpiar.
Aportado por Alex, Isaac, Raúl, Rosana, Paula, Virginia, Rubén y Elisa
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